19 de septiembre de 2016

PENSAR, SENTIR, SER: EL VIAJE DE LA CABEZA AL CORAZÓN


Una de las posibilidades más increíbles que nos ofrece la vida humana es la capacidad de experimentar. Esta capacidad que todos poseemos puede ser expresada en diferentes formas. Podríamos de entrada diferenciar 4 niveles de experiencia:


-  Experiencia sensorial: la que tenemos a través del uso de los 5 sentidos físicos. Nos permite experimentar la realidad del mundo material.

-  Experiencia emocional: la que tenemos a través de las relaciones humanas y que se expresa de diferentes formas: búsqueda de la experiencia de intimidad, cercanía, afecto, pertenencia, reconocimiento, etc.

-  Experiencia intelectual: se expresa en la necesidad humana de conocer y descubrir los secretos y las leyes de la vida a través de las diferentes disciplinas del saber (filosofía, psicología, biología, física, etc.)

-   Experiencia espiritual: también se podría denominar la experiencia mística o devocional.  Se expresa a través de diferentes manifestaciones espirituales o religiosas. Es un tipo de experiencia más subjetiva y personal que se puede alcanzar a través de estados expandidos de conciencia.


El campo de experimentación de todas estas diferentes formas de experiencia es la mente humana. Según el tipo de conciencia que mantenemos en  nuestra mente ello nos llevará a un  tipo u otro de experiencia.


Equilibrio entre la razón y el corazón


Un equilibrio fundamental de un ser humano plenamente integrado seria el equilibrio entre la razón y corazón,   el pensamiento y el sentimiento,  el ser y el hacer. El exceso de pensamiento analítico y racional bloquea la experiencia espiritual, sin embargo también es necesario para llegar a ella.  Nuestra sociedad se ha vuelto adicta al pensamiento científico y racionalista y ha dejado en el olvido la experiencia espiritual, mística e intuitiva.


En la mente se producen dos actividades, pensar y sentir. Por ejemplo, cuando recordamos a alguien por quien tenemos un amor especial, primero pensamos en esa persona, es decir, traemos su imagen a nuestra mente, luego empezamos a pensar en cosas que nos dijo, en como es, que cualidades tiene,  y en definitiva, en cosas positivas que nos aporta la relación con esa persona. A partir de ese recuerdo se generar los sentimientos de amor, respeto, cariño, apreciación, gratitud, etc. que tenemos hacia ella. También es posible que otras personas traigan recuerdos negativos a nuestra mente, y eso nos acabe provocando emociones negativas.


El aprendizaje reflexivo

La práctica del aprendizaje reflexivo nos permite alcanzar los niveles más profundos de experiencia, y tiene cuatro etapas:


a)Información: Requiere de las capacidad de escuchar, tener curiosidad e interés en aprender. Es necesario tener una mente abierta. Estar atentos. Necesitamos escuchar nuevas ideas porque de esta forma podemos desarrollar nuevas perspectivas.


b) Conocimiento: para adquirir conocimiento y una comprensión profunda tenemos que reflexionar. Seleccionamos algunas de estas ideas que recibimos en la primera etapa  y profundizamos es su significado. Sin entendimiento no habrá motivación para ponerlo en la práctica.


c) Sabiduría: Vamos aplicando las enseñanzas adquiridas en nuestra vida.  Adoptamos un compromiso en utilizar ese conocimiento en la acción. Aprendemos a utilizarlo cuando surgen los retos, dificultades y problemas. La persona sabia sabe  transformar el conocimiento en acción.  Sabe utilizar las virtudes y los valores para resolver cualquier conflicto. Hay coherencia entre lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos.


d) Verdad: ¿qué es la verdad? La verdad es Ser. Nos convertimos en eso. La verdad por ejemplo es vivir plenamente conscientes de que somos seres de paz,  amorosos, creativos, compasivos. La información se ha integrado a nivel del sentimiento y se expresa en la conciencia de forma natural. Hay algo estable que hemos descubierto en nuestro interior, más allá de los cambios y las influencias de las situaciones externas. Hemos conectado con una parte de nuestro Ser que es permanente y que nos proporciona una experiencia estable y duradera de bienestar, paz y compasión.