14 de junio de 2016

EL ARTE DE LA NO ACCIÓN; HACER MENOS, LOGRAR MÁS

Un hábito bastante extendido en nuestra cultura es lo que podríamos llamar la sacralización del esfuerzo: Como reza el dicho: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, y eso se relaciona con la creencia que el trabajo tiene que estar lleno de esfuerzo y a veces incluso de cierto sufrimiento, o que si trabajas más horas vas a rendir más y mejoraras la productividad. Estas normas asumidas en nuestras sociedad nos llevan a sobrevalorar el esfuerzo y la acción, mientras que actividades como la creatividad, la contemplación y la reflexión quedan infravaloradas.


Atrapados en el hacer, sin tiempo para la reflexión

Si alguna vez hemos sido sorprendidos inmóviles, en plena reflexión o en un proceso de creatividad mental, es probable que nos hayamos dejado llevar por la tentación de iniciar cualquier tipo de movimiento para dar la impresión de actividad. Sucede que en muchas ocasiones, debido a ciertas creencias existentes en nuestra sociedad, tenemos que dar la imagen de ser una persona muy ocupada, ya que esto se asocia con ser alguien importante. Lo malo es que la actividad sin conciencia se puede acabar convirtiendo en un correr de un lado para otro sin un claro sentido de propósito ni dirección. Uno permanece tan ocupado con lo que hace que puede llegar a olvidar porqué y para qué lo hace.


¿Qué es la no acción?


La no acción no tiene nada que ver con la dejadez o la pasividad. Practicar la no acción requiere mucha sabiduría y coraje. Las personas que siempre están ocupadas haciendo cosas podrían considerar la no acción como una amenaza para sus intereses. Sin embargo con la práctica puede que la persona acabe descubriendo que se consigue hacer más, e incluso mejor  practicando la no acción. No acción significa permitir que las cosas sean y se desplieguen a su propia manera. 

Cuando nuestra mente se calma nuestros pensamientos se hacen más claros y eficaces, y de esta forma podemos lograr más éxito con menos esfuerzo.  Toda acción se inicia con un pensamiento; por tanto en primer lugar debemos sembrar las semillas del éxito en nuestra mente.  De esta forma podemos crear las condiciones favorables para que con la influencia de nuestros pensamientos positivos y una visión elevada, otros actúen de la forma que sea más beneficiosa, tanto para ellos mismos como para los demás.


Meditación y no acción


Meditar es sinónimo de practicar la no acción. Como afirma Jon Kabat Zinn, no practicamos para conseguir que las cosas sean perfectas, ni para lograr hacer las cosas a la perfección. Más bien practicamos con el fin de comprender y experimentar de forma directa que las cosas ya son perfectas tal como son. Esto está relacionado con sostener el momento presente con toda su plenitud sin añadir nada extra, percibiendo su pureza y el fresco potencial que tiene para dar lugar al momento siguiente.


Práctica:


Detente, observa, aprende, inspírate:


A lo largo del día intenta percibir la plenitud del momento presente, tanto en los momentos rutinarios como en los más complicados y difíciles. Practica la actitud de permitir que las cosas se desplieguen en tu vida, sin forzar que ocurran y sin rechazar las que no encajan con tu idea de lo que debería estar ocurriendo. Practica la aceptación incondicional de todo lo que sucede, intentando a su vez percibir y valorar que cada momento es absolutamente preciso, como debe de ser, y que cada persona es un actor en la maravillosa obra de la vida, interpretando el papel que les toca de acuerdo al guión establecido.










8 de junio de 2016

MANEJAR LA EXPECTATIVAS


Vivimos en un mundo de numerosas expectativas. Hemos generado una estructura de sociedad que nos hace dependientes de un gran numero de posesiones, conforts y facilidades. Nos podríamos preguntar: ¿qué pasaría si mañana dejaran de funcionar nuestros transportes, el suministro de luz y con ello nuestros ordenadores, internet, electrodomésticos, o nuestros indispensables smarthpones? Probablemente nuestra sociedad colapsaría y se sumergiría en el caos.



Damos por hecho que cada mañana nuestro teléfono tiene que funcionar, nuestro coche tiene que arrancar, nuestro ordenador tiene que conectarse a internet, etc.   ¿Pero cómo reaccionamos cuando alguna de esos soportes externos nos falla? ¿Sabemos mantener la calma, ser creativos y encontrar un plan B o nos quedamos bloqueados?



Por otro lado hay todo un mundo de expectativas que creamos en el ámbito de nuestras relaciones, padres que esperan de sus hijos sean abogados, tenistas, futbolistas, médicos, etc. Hijos que esperan que sus padres les mantengan y les ayuden económicamente. Maridos que esperan que sus esposas  cuiden de sus hijos, les tengan la comida preparada cada día, y la ropa bien planchada. Esposas que esperan que sus maridos las escuchen, las comprendan y les ayuden en sus labores domésticas y la educación de sus hijos…. Podríamos elaborar una larga lista de necesidades físicas, emocionales y espirituales que esperamos que otros sepan comprenden y satisfacer. Sin embargo muchas veces no sucede así y entonces, ¿como reaccionamos?



Aprender a soltar



¿Es erróneo tener expectativas? ¿es posible vivir sin ellas? Es evidente que nuestra interacción con los demás se basa en un dar y recibir y ello también comporta una serie de derechos y de responsabilidades. Sin embargo es también importante darse cuenta que muchas veces no podemos forzarles a que cumplan nuestras expectativas. El uso del control y la fuerza tienen unos resultados limitados y a corto plazo. Por tanto es mejor aceptar que en la mayoría de ocasiones no podemos controlar el comportamiento de las personas con quien nos relacionamos habitualmente.

Opino que es positivo tener expectativas positivas y esperar lo mejor de otros. Que muestren su mejor cara a diario o que consigan alcanzar sus objetivos. Pero a la vez hemos de estar preparados para lo inesperado y de igual manera aprender a soltar nuestras expectativas cuando estas no se cumplen. Podríamos ilustrar esta actitud con el ejemplo de un jardinero, que hace todo lo mejor que puede y sabe para preparar el terreno, abonarlo, eliminar las malas hierbas, seleccionar las semillas y el momento ideal para plantarlas, regarlas de vez en cuando, pero luego tiene que soltar y dejar que la naturaleza siga su curso y haga el resto. Es un buen ejemplo del equilibrio entre amor y desapego, el cual no es fácil de lograr, sobre todo si lo intentamos aplicar al ámbito de las relaciones humanas.

  



Comunicación clara y honesta



Para evitar malos entendidos y falsas expectativas la comunicación clara y honesta es fundamental. Clarificar con la otra parte, ya sea hijo, cónyuge, socio o colaborador lo que nos gustaría recibir de nuestra relación y también lo que podemos dar y aportar y viceversa. En caso de ciertas desavenencias, estar abiertos a la negociación, siendo flexibles y dialogantes para llegar a unos acuerdos mínimos  que nos permitan tener una convivencia armoniosa y pacifica.