¿Por qué no nos gusta la incertidumbre?
Los seres humanos nos aferramos de forma natural al mundo
conocido, a aquello que es previsible. Somos seres de hábitos y costumbres.
Solemos hacer las mismas cosas y esperamos resultados que nos son familiares.
Esto nos produce una sensación de control que aporta cierta calma y
tranquilidad. Que las cosas sean previsibles reduce la ansiedad. No saber que
sucederá mañana genera estrés. También nos dificulta la planificación del
futuro.
La denominada “zona de confort” es aquel territorio donde la
incertidumbre, la escasez y la vulnerabilidad son mínimos. Es un espacio donde
creemos tener el control, sin embargo la vida está llena de imprevistos y esa
seguridad que anhelamos es una ilusión. Son la situaciones que nos sacan de esa
zona de confort las que nos ayudan a potenciar nuestros recursos internos y
creatividad. Enfrentarnos a situaciones graves nos impulsa a sacar lo mejor de
nosotros mismos. La incertidumbre nos hace crecer.
En lugar de intentar controlarlo todo es mejor estar dispuesto a
esperar lo inesperado. Si sabemos
gestionar nuestros miedos, si aceptamos que la vida es aventura, cambio y
sorpresa constante, aprenderemos a navegar por el rio de la vida y abrirnos a
nuevas posibilidades.
Si tuviéramos certidumbre permanente acerca de todo la vida se nos
haría muy monótona y aburrida. Vivir es una permanente exposición a lo
inesperado. Si en lugar de intentar controlar los sucesos que acontecen en
nuestras vidas lo observamos todo como una oportunidad de aprender, crecer,
jugar y seguir avanzando disfrutaremos mucho más de la aventura de vivir.
Claves para manejar la
incertidumbre y utilizarla en nuestro beneficio
- Si superamos la creencia de que podemos tener el control de
todo, podemos movernos a nuevo espacio mental donde reside nuestro verdadero
poder y que es: “La capacidad que tenemos los seres humanos de elegir como
respondemos a los estímulos y situaciones externas”. Debemos hacernos a menudo
la pregunta: ¿Desde que lugar me enfrento a los retos y desafíos de la
vida? ¿adopto el papel de victima o soy
proactivo y creativo?
- Observar y revisar nuestro dialogo interior y la aparición en
nuestra mente de creencias que nos generar limitaciones y bloqueos.
Pensamientos tales como “todo me sale mal” “esto no tiene solución”, “a mi edad
es muy difícil cambiar”, etc. nos van a dificultar ver el regalo que nos trae
cada momento y situación.
- Analizar el plan que diseñamos en el pasado. Sino funcionó
siempre podemos elaborar uno nuevo para corregir los errores. Es importante
está abierto al feed back de otros y ser flexible mentalmente para hacer los
cambios necesarios.
- Reconocer nuestra capacidad de influir en las circunstancias y
personas de nuestro entorno. El conocimiento tanto interior como exterior es
una de las claves principales para transformar nuestra percepción de la
realidad.
- Prepararnos para lo posible pero tener en cuenta lo probable e incierto.
Mientras más variables podamos manejar más efectivos seremos. También podremos
estar preparados y anticiparnos a los cambios e imprevistos que surjan en
nuestro camino. Los maestros del ajedrez tienen la capacidad de prever hasta
catorce posibles jugadas diferentes que puede hacer su oponente, y en función
de ello preparar la mejor estrategia posible para ganar la partida.
- Estabilizarnos en nuestro
centro y experimentar serenidad. Aprender a ser un observador imparcial de las
situaciones que acontecen. Evitando los juicios
tendremos más capacidad mental y emocional de generar respuestas
efectivas. No olvidar que solo podemos controlar nuestra actitud. Una mente
serena y tranquila genera poder y confianza. Ralentizar nuestra vida cuando hay
turbulencias emocionales. Meditar, centrarnos, escuchar nuestra voz interior y
así podremos pensar y sentir con más lucidez y claridad.
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