Actualmente se considera que todo es energía; nuestro
mundo es la manifestación de un océano de energías, algunas de las cuales
construyen formas, mientras que otras constituyen el medio en el que estas
formas viven, se mueven y se manifiestan. Nuestros pensamientos, sentimientos,
actitudes e intenciones también son energías sutiles que se están
expresando en esta dimensión física. La
energía básica fundamental es sutil y espiritual. La consciencia espiritual de
cada ser humano está integrada en la energía de los cinco elementos de la
materia. Estas energías se rigen por una serie de principios o leyes
espirituales universales, uno de los cuales es el principio de la atención, la
intención y la concentración.
Podriamos enunciar este principio de la siguiente
forma:
“Donde sea que enfoques la energía
de tus pensamientos, emociones y actitudes provocarás un efecto y algo sucederá
en algún momento
¿A qué le das energía en tu mente?
Si por ejemplo nuestra atención se centra en los
errores, defectos o debilidades de una persona, estaremos transmitiendo energía
a esas debilidades, y con ello las iremos fortaleciendo, tanto en la otra persona
como en nosotros mismos. Si por el contrario, nuestra atención se dirige hacia
aspectos positivos, nuestra visión reforzará esas cualidades y los demás se
sentirán con confianza para expresarlas, lo cual también nos traerá un
beneficio a nosotros mismos.
La atención de mi mente da energía a
aquello en lo que me enfoco, la concentración da precisión y poder a mis
pensamientos, palabras y acciones, y la intención, el para que lo hago, genera una fuerza
transformadora en mis relaciones con el entorno.
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